Sunday, 12 July 2009

él me dijo...

Hace ya casi 5 años, sentada en la sala de mi casa, viendo la toma de posesión del año 2004, me perdí entre palabras y promesas e imaginé una mejor República Dominicana. Sí, yo lo oí, él lo dijo, y el tono de voz fue convincente. Creí haberle creído, creí haberme ilusionado, creí sentirme cerca de soluciones; creí tocar la institucionalidad y bailar con la transparencia. El me dijo: “La corrupción es moral y legalmente inaceptable. Por tal motivo, durante la administración que desde hoy me corresponderá dirigir, tomaremos todas las providencias de lugar para, tal como establece la Convención Interamericana contra la Corrupción, prevenir, detectar, perseguir y castigar todo acto doloso que atente contra el patrimonio público”. El no sabía que sería reelegido porque el pueblo volvería a confiar en él y le daría una segunda oportunidad. Y que mi pueblo es inocente; mi pueblo es víctima; mi pueblo es un cliente. Él no sabía que su propio pueblo despertaría y diría: “basta ya”, como una vez gritaron al gallo heredero del poder.

Que sí que fue él, te lo digo yo que soy ciudadana, que tengo oídos, que me duele mi isla como a ti, o como a él. Seguí frente a la televisión y esta vez escuché que me dijo: “Como deseo actuar siempre de forma clara y sin ningún enturbamiento o enredo, reitero en esta oportunidad lo que he dicho en otras ocasiones: Que nadie me susurre en privado lo que no está en capacidad de decirme en público”. Nada de susurros, nada de privilegios, todos somos iguales ante sus ojos, eso me dijo esa mañana del 16 de agosto del 2004. Y mientras las fanfarrias de ‘e’ pa’ fuera que van’ resonaban en las paredes del salón que abrazada tan esperada celebración, él me grito: “La República Dominicana no puede seguir como va. No puede seguir con la inseguridad ciudadana. Con el tráfico de influencias. Con el clientelismo. Con el enriquecimiento ilícito. Con el abuso de poder. Con el irrespeto. En fin, con la falta de seriedad en todo”.

Y luego jugó con los sentimientos de la sociedad civil estableciendo lo siguiente: “Es de vital importancia, igualmente, la promulgación de una ley de participación social”. La algarabía casi me hizo agarrar una bandera o silbar con uno de los pitos del cumpleaños de Lari. La esperanza corrió por mis tubos sanguíneos y la visión de un mañana mejor me azotó como la presencia de Mandela azotó al pueblo de África del Sur a raíz de su liberación. Después pasó algo que apenas puedo describir; me habló a mi y a mis amigos directamente. Sus ojos se clavaron en los míos y lo escuché decirnos: “Corresponde ahora a la nueva generación, a la generación del relevo, cumplir con la sagrada tarea de construir el verdadero Estado de derecho con el que siempre soñaron los líderes civilistas de la Restauración”. Lo miré a través de mi televisor y con una mirada de “cuenta conmigo” dejé que se fuera en su caravana. Analicé cuan importante son los líderes para el inicio de los cambios y de las metamorfosis sociales.

Han pasado varios años ya y aquel hombre que me habló y tocó mi compromiso social no se sabe por dónde anda. Ahora nadie me cree de que existió, todos se burlan de mi porque me dicen que es un personaje imaginario; pero no, yo creo no estar equivocada; ¿puede que le hayan susurrado una dirección equivocada y ahora no encuentra el camino de regreso? No sé, pero aún recuerdo lo que él me dijo…

1 comment:

  1. waoooo mana, nunca me ha gustado la politica por que creo que conozco tan poca gente como tu con pasion en los valores reales, tu haces que las cosas se vean diferentes, contagianos con tu espiritu por una mejor nacion!!!

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