Saturday 13 March 2010

¿Mi cabello es malo, bueno, revoltiao’, pajoso o pasita?




Sí. Entendí que en este país mi cabello es “bueno”, y desde muy pequeña me contaminé con el término hasta que un día llegué a casa y le hice un comentario a mi madre, quien inmediatamente me preguntó: “¿Qué le hizo el pelo malo al pelo bueno? ¿Quién dice lo que es malo y lo que es bueno?”. Confundida traté de rebatir lo que me dijo pero era mucha información para una pequeña que recibía mensajes totalmente distintos del mundo exterior y de las novelas que tanto me gustaba disfrutar en la sala de mi casa. Todo lo que nos vendían y nos venden es una belleza extraída de las grandes potencias que dominan el mundo. Todo lo demás es “exótico”.

Crecí y el cabello nunca fue un tema para mi; claro, mi cabello es el “bueno” de la película. ¿Y que pasaría si no hubiese tenido el cabello “bueno”? ¿Son mis rasgos étnicos una causa directa de la aceptación social que pueda tener en la República Dominicana? Para aquellos que no se han dado cuenta: sí, estoy hablando de racismo, ¿y qué? Dejemos de tapar el sol con un dedo y admitamos que el cabello y la piel son razón de exclusión aquí y en gran parte del mundo. Aquí, en la isla que tanto amo, las clases se “negrean o se blanquean” según la posición en la pirámide. No me da miedo hablarlo porque para muchos de mis seres queridos este ha sido un enanito que los/las ha perseguido toda su vida. ¿Será que callar el tema hace que desaparezca o que luzca menos importante?

Me cuenta una buena amiga que le pidieron que se peinara si quería trabajar en una empresa. Ella le contestó: “Pero estoy peinada”. Entonces el entrevistador empezó a hacer una serie de alusiones a productos de belleza que serían ideales para calmar su pajón. ¡Pero que barbaridad! Mi amiga tendría que renunciar a su afro, su verdadera identidad, su marca, su autenticidad para poder insertarse en un mundo laboral donde dará una cara que no es la de ella. Le pregunté que cuáles eran las características de quien la entrevistó. Y me dijo: “Amiga, un puro morenito lavaito”.

Hay quienes entienden que las confesiones deben venir de la boca de las víctimas, pero yo soy de las que pienso que las confesiones son estrictamente de quienes cometen el delito: y nuestra sociedad es la única culpable, así que hablemos. Condenemos los comentarios discriminatorios y defendamos nuestra posición gritándole al mundo que somos raza de todos y de nadie. Que el color y el cabello que hoy idolatramos es el mismo tono de piel y la misma cabellera de aquellos que vieron morir el último indígena de esta isla. Si decidimos ir a un salón de belleza que sea para variar nuestro estilo pero no para esconder nuestra identidad. Que sea para destacar nuestros atributos pero no para tapar nuestra realidad.