Thursday 6 January 2011

Santa y los Reyes... ¿Quiénes son?

Llegó navidad y se oye en el fondo que grita la gente: “¡Navidad pal’ pueeeblo!”. El país se viste de colores, de luces y el aroma del puerco asao’, de la pintura blanca de los charamicos y los pasteles en hoja inundan la ciudad. Recuerdo que el olor de los fuegos artificiales también era típico: los garbanzos, las chispas de las patas de gallina, los tira po’, buca’ pie’ y hasta los arbolitos de la fábrica de fuegos artificiales Popeye eran música para los oídos de niños/as y adultos. ¡Waooo! Era una verdadera fiesta. Hoy día las cosas se han complicado más; las restricciones legales a los fuegos pirotécnicos por motivos de seguridad y salud ciudadana cambian el panorama. Por otro lado, corretear resulta imposible en estas calles intransitables; “gabearse” en un árbol o en las estatuas de la zona colonial, ir a ver el desfile de los 3 reyes magos en el parque Independencia o ver el Santa Claus y los enanitos de “la Margarita” en la calle el Conde, no resultan actividades atractivas en comparación con las nuevas tecnologías que invaden las cabezas y el tiempo de las generaciones más jóvenes.

Hoy es curioso como voy a las jugueterías los días de navidad o reyes, y veo a los padres comprar los juguetes con sus hijos/as; consultando sus gustos y comprando la sed de consumir, contrario a alimentar una ilusión navideña y explicarle el verdadero significado de esta época.

Por mi parte comparto con ustedes esta historia:
Nunca olvidaré cuando mi hermana y yo enfrentamos a mi padre, aquella navidad del 1991, para que nos dijera la verdad sobre Papá Noel y los Reyes Magos, ya que en el colegio habían rumores de que podrían ser personajes ficticios y que su identidad recaía en la de nuestros padres (compliqué mis letras aquí por si algún infante lee estas letras; no quiero ser la que revele nada). Mi padre me confesó haber sido reelecto por 5 años por su tan eficiente labor repartiendo juguetes a todos los niños y niñas del mundo. Larimar y yo, entre estupefactas y orgullosas, no cerrábamos la boca. A partir de ese día, cada vez que uno de nuestros compañeros creía que mataba nuestra ilusión rebelando la labor de mi padre, nosotras asentíamos porque era cierto lo que él decía: Mi padre era el verdadero Santa Claus; para nosotras, en ese momento, no nos decía nada nuevo. Pero prometimos no revelarle a ningún niño sobre su identidad, ni decirle sobre su reelección, ya que eso podría enviar el mensaje de que papá estaba de acuerdo con la continuidad del poder de un solo candidato, sabiendo él y todos/as que es balear la democracia.

Rescatemos viejas costumbres; revivamos emociones y no dejemos que la inocencia se vuelva una fugitiva. Salvemos la ilusión de creer, de sonreir a escondidas, abonemos la imaginación. Hagamos de estas navidades y este nuevo año más que felices, incomparables.